Enviar a un amigo/a esta historia
Este grandullón estaba en El Xelán cuando lo conocimos, con una cara de pena que conmovÃa a las piedras. Era un boxer blanco de un tamaño extra para la raza, pero literlamente en los huesos. Lo difundimos con la esperanza de que a álguién le diese tanta pena como a nosotros.
Y asà fué, solo que en Sevilla. Antes lo esterilizamos, intervención tras la que aguantó estoicamente el collar isabelino pertinente.
Para allá lo mandamos. Nos preguntaron si les habÃamos mandado un perro o un caballo... Yo creo que lo que les enviamos era un camión lleno de bondad y necesidad de ser querido por primera vez en su vida.
Sylvia y su familia lo acogieron con un gran amor y el animal respondió de maravilla.
Ya en las fotos de abril de 2006 se ve un animal al que le ha cambiado la expresión de la cara por completo. Y si hablamos de las tres últimas de este verano 2006, pues... que juzguéis vosotros mismos.
Cooper no era un cachorro cuando fué adoptado, era un perro adulto. Una animal que supo, como saben la inmensa mayorÃa de los animales abandonados y maltratados, que no hay muchas oportunidades y que cuando se consiguen, hay que aprovecharlas. Eso, o que una familia de humanos maravillosos comprendió cuáles eran sus necesidades inmediatas: afecto, cariño, amor, confianza...
Regresar al listado de finales felices